¿Cuándo reconocerán que están equivocados y
que el peor de los populismos es el mafioso ?
Por: Carlos Ogando | Presidente de la Región Manhattan Norte. Ex-Presidente JRD, PRD Nueva York
Un buen líder no es
quien tiene el motivo de poder sino quien recapacita sobre sus acciones,
descubre sus errores y es capaz de rectificar y enmendar. Miguel es el
único presidente del prd que roba para su propio peculio; donde vivimos bajo
las reglas de las mafias, no quiere observadores ni delegados en el fraude que
organiza, aun sacando 700,000 del padrón sabe que no tiene con que ganar. Se
burla olímpicamente organizando un fraude a los ojos de todos con apoyo
oficial.
Solo eso es fraude, pero
él no lo reconocerá. Una serie de emociones que van desde la desilusión y la
rabia, al odio y el resentimiento, se lo impedirán. Se dirá a sí mismo que él,
único honesto, es ahora desplazado y culpado de todos los males producidos. Razonará
que sus intenciones eran trascendentales y sus decisiones perfectas pero no
funcionaron por los otros, malos o incapaces de comprender la necesidad de sacrificio
para lograr la victoria perfecta en el PRD. Todos los teóricos siempre
concluyen igual: no es culpa de ellos ni de la teoría sino de los seres humanos
imperfectos.
Pero él, ni aquellos que lo sacan y a su vez serán purgados, podrán reconocer que erraron; que fue un error desde el principio traicionar, invadir, expulsar, controlar todo. ¿Cuándo reconocerán los mafiosos que están equivocados y que el peor de los populismos es el mafioso?
No pueden reconocer ni enmendar porque en realidad no son buenos líderes, ni siquiera son líderes. No es líder quien lleva un partido a su destrucción. Son resentidos, ángeles del mal que movidos por torvas psicologías no pueden siquiera verse en el espejo y necesitan echar a otros las culpas de su propia incapacidad.
Por eso, los lideres mafiosos siempre llegan a las purgas de su propios cuadros. Cuiden sus cabezas: presidente de la CNO del PRD; escolta; diputados y directivos regionales de Miguel; militantes del PRDPequeño. Como el error que han cometido es incorregible, tendrán que intentar pasar el fardo de sus culpas a otros. Solo que en esa epidemia, el turno llega a todos, antes o después.