Lo que condenamos no es la corrupción sino la que no nos
beneficia personalmente
Por: CARLOS OGANDO | Presidente Región Manhattan Norte, Ex-presidente de la JRD, PRD de Nueva York.
Nada mejor que
meter la mano izquierda en el Banco Central y levantar el puño derecho para
convocar al poder moral o introducir la mano derecha en las arcas de la nación
y blandir la izquierda en un discurso en contra de la corrupción.
Basta ser ducho en
el arte del disimulo. Leonel Fernández es, en ese sentido, el corrupto
perfecto. Para no caer en problemas de definición (¿qué es, a fin de cuentas,
la corrupción?) eliminó, simplemente, la distinción entre lo público y lo
privado y como emanación del pueblo soberano hizo suyo todo lo que antes era de
la nación. Pocos, en tiempos modernos se han atrevido hacer lo que Leonel Fernandez y ahora Danilo Medina lograron con tanta facilidad: dividir los ingresos de la República en dos, distribuir la menor
parte por la vía del presupuesto nacional y manejar el resto como cuenta personal.
La conocida frase
"no me des pero ponme donde haya" dice mucho más de las actitudes de
los dominicanos frente al peculado, que el discurso moralizante actual.
La corrupción
administrativa de los gobiernos del pld es uno de los principales medios de reparto del presupuesto
nacional aceptado y refrendado por el pueblo. Lo que condenamos no es la
corrupción sino la corrupción que no nos beneficia personalmente. Ese es nuestro
verdadero problema moral.
Ahora bien, en épocas de
crisis, la corrupción beneficia a menos personas, las cuales culpan de sus
problemas a la corrupción de los otros ("a mí no me llega porque se lo
llevan otros"). Esa es una de las razones por las que el partido de gobierno hace
tanto ruido con una supuesta cruzada contra la corrupción: se está adelantando
a los hechos.
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